sábado, 26 de julio de 2008

Paisaje de maravilla

LAGUNA DE LA HUACACHINA

Ica es esta llena de leyendas y mitos que tratan de explicar las maravillas culturales y ambientales que cuenta. Una de estas es conocida como el Oasis de América, refiriéndose a la laguna de la Huacachina. Laguna que tiene aguas calmas en medio de un ambiente silencioso, apenas perturbado por las aves y el viento algunas veces fuerte, características que se hicieron famosas tras la difusión del mito de la princesa que se sumergió en ella. El paisaje es aún más espectacular por estar acunado entre enormes dunas de fina arena. El oasis de Huacachina atrae cada fin de semana a miles de visitantes en procura de disfrutar de sus aguas tibias y de color verde.

Tipos de Turismo:

Turismo Cultural-Histórico
Turismo de Aventura
Ecoturismo
Turismo Vivencial
Turismo Gastronómico
Turismo Medicinal

Ica está ubicada a 300 Km. de Lima y la laguna de la Huacachina a 5 Km. ó 10 minutos en auto. La ruta de acceso de Lima a Ica se va en omnibuses que salen de la estación cada diez minutos, y tardan en llegar apenas cuatro horas por la carretera Panamericana Sur. En auto el recorrido puede hacerse en menos tiempo, aprovechando el buen estado de la carretera. Una camioneta 4x4 permitirá afrontar mejor los desafíos areneros de la zona.

La zona donde se ubica la laguna es totalmente desértica. La única vegetación existente es la que rodea la laguna, por esto es denominada el Oasis de América pues es el único lugar con estas características exactas.

Descripción:
Fauna de la laguna La laguna Huacachina es de aguas color verde esmeralda. Algunos estudios han descubierto que surgió debido al afloramiento de corrientes subterráneas y alrededor de ella ha aparecido una abundante vegetación compuesta de palmeras, eucaliptos y los típicos guarangos, que sirven para el descanso de las aves migratorias que pasan por esta región. Todo ello contribuye a hacer de Huacachina uno de los lugares más vistosos y bellos de la costa peruana.

Es el orgullo principal de la ciudad de Ica, sus altas dunas siempre han desafiado a visitantes y residentes, quienes han ido estableciendo como actividad típica del lugar el deslizarse sobre ellas sobre pedazos de madera, tablas de surf y hasta esquís acuáticos. El visitante puede acampar, practicar tabla sobre arena ó sandboard, alquilar carros tubulares para dunas, practicar trekking bordeando la laguna y hay gente que se dá un chapuzón en sus aguas.











Cuando viajar:
Durante el verano sus encantos relucen más, pero en realidad cualquier época del año es buena para conocer la laguna, descansar en sus amplios complejos hoteleros o recorrer las dunas. La temporada más concurrida es la de la cosecha de uva, entre febrero y marzo, cuando se organiza el denominado Festival de la Vendimia.

Atractivos:
La Huacachina ha conseguido que ya no sea considerada interesante sólo por su mítica laguna, en la cual se pueden dar relajantes paseos en bote, sino también por sus cumbres afiladas y perfectas, de hasta 250 metros de riesgo vertical. Convertidas hoy en un codiciado destino para pruebas nacionales e internacionales de sandboard, sus dunas, al igual que las pistas de esquí más renombradas del mundo, cuentan con nombres propios: La Catedral, Santiaguillo, Orovilca, Norte Orovilva y Saraja.


Leyendas:

Primera
Fuente: huacachina.tuportal


Deporte de aventura en las dunas cerca de este lugar vivía una joven princesa incaica. Que era conocida por todos como Huacca-China (la que hace llorar). Era una princesa de verdes pupilas, áurea cabellera y que cantaba de una manera extraordinaria hasta el punto que todo aquel que escuchaba su melodía lloraba, porque ella tenía un secreto y es que su corazón quedo enamorado de un feliz varón.

La princesa buscaba un rincón donde llorar y al hallarse libre, cavaba ante el árbol un hueco donde hundir el dulce nombre de su amor. Cierta vez en el hueco que había abierto en la arena, ante el algarrobo, se llenó de agua tibia y sumergió su blanca desnudez. Cuando salio del baño, se envolvió en la sabana y al verse en el espejo, descubrió un espía, un cazador, que al ver su belleza, quedó prendado de sus encantos, viniéndose como un sátiro, hacia ella.

La princesa huyó seguida obstinadamente por el cazador entre las dunas y breñas en las cuales iba dejando trozos desgarrados de su manto, que por momentos dejaban ver su desnudez. La sabana quedó enredada en un zorzal y la princesa quedó desolada sin fijarse en nada. Entonces la sabana abierta se hizo arenal. Siguió huyendo la princesa con su espejo en alto, cuando quiso dar un salto tropezó y de su puño falto de fuerzas, se escapó el espejo. Y ocurrió una conmoción, pues el espejo roto se volvió una laguna y la princesa se transformó en una sirena que en las noches de luna sale a cantar su antigua canción.

Segunda
Fuente: boletindenewyork.com

En Tacaraca, centro indígena de alguna importancia, durante el período precolombino vivía una ñusta de verdes-pardosas pupilas, cabellera negra como el negro azabache que forma piedra escogida de la tierra, o quizás como el negro profundo del chivillo, el pájaro quebradino de las notas agudas, el tordo de nuestros alfalfares de las cejas de las sierras, doncella roja de curvas y sensuales contornos gallardos, como las vasijas del Sol en el Coricancha de los Incas.

La laguna de la Huacachina Ajall Kriña, enamoróse perdídamente de las formas blandas, pulidas de la virgen del pueblo y un día en la confusa claridad de una mañana, cuando la ñusta llevaba en la oquedad de esculpida arcilla, el agua pura, su alma apagada y muda hasta entonces, abrió la jaula y dejó cantar a la alondra del corazón:

Mi corazón en tu pecho cómo permitieras; aunque penda de un abismo, muy hondo, muy hondo o estrecho de modo que tú me quieras como tu corazón mismo.

La de las eternas lágrimas, la princesa Huacachina, llamada así porque desde que los ojos de su alma se abrieron a la vida, no hicieron sino llorar; no tardó en correponder el cariño hondo, fervoroso e intenso del feliz varón de los cambiantes ojos de fiereza o de dulzura, de acero o de miel.

Todas las mañanas y todas las tardes, en los cárdenos ocasos o con las rosadas auroras, Huacachina, cuyas lágrimas parecían haberse secado para siempre, entregaba a Ajall Kriña, las preferencias de su corazón, las joyas de su ternura, los incendios de su alma pura y sencilla.

Pero la felicidad que siempre se sueña eterna a los ojos egoistas de que goza, voló como el céfiro fugitivo que se escurre entre las hojas de los árboles o entre las hebras del ramaje. Orden del Cuzco, disponía que todos los mozos se aprestaran a salir inmediátamente, para combatir sublevación de lejano pueblo belicoso. Ajall Kriña, con el alma despedazada, despidióse de su ñusta hechicera. Ella juróle amor, fidelidad, cariño y él, alegre, feliz porque comprendía con la fe y la fiebre del que quiere, que ella no lo engañaría y entregaría su corazón como aquella otra ñusta odiosa de la leyenda iqueña que enajenó su ser por el oro de la joya, la turquesa del adorno y los kilos de la blanca lana como vellón de angora, marchó con otros de su pueblo en pos de nuevos soles a develar la rebelión, a sofocar el movimiento sacrílego contra el Dios-Inca.

Ajall Kriña, con heridas terribles, abiertas, incicatrizables en el cuerpo de bronce, muere en el combate después de haber luchado como un león. La triste nueva, pronto se comunica a Huacachina, la bella princesa de los ojos hechiceros, quien alocada, desesperada, exantrópica, al amparo de las sombras que se vienen, huye sin que lo adviertan sus padres entre los cerros y los cuchillos de arena, hasta caer postrada, abatida, jadeante, sudorosa, con el llanto que desbordándose del manantial inagotable de sus olas, caían en las arenas que como pañuelos de batista, se extendían más allá de la Huega.

Las lágrimas ruedan y siguen rodando muchos minutos; numerosos días; tiempo tal vez incontable para ella, de sus ojos inyectados por el dolor y cuando el hambre, el dolor, la tristeza, la desventura, rompen el frágil cristal de su alma y la vida huye y se aleja veloz, esas abundantes lágrimas, absorbidas por las candentes arenas, surgen a flor de tierra en el inmenso hoyo amurallado por las arenas superpurestas, después de haberse saturado, con las sustancias de la entraña de la tierra, que las devuelve por no poder resistir el contagio del inmenso dolor.

En el día, las verdes aguas pardosas se evaporan en pequeña cantidad hacia los cielos, como si fueran llamadas por los dioses para aprender del dolor y se cuenta que todavía en las noches, cuando las sombras y el silencio han empujado a la luz, al ruido, sale la princesa, cubierta con el manto de su cabellera que se plisa u ondea en su cuerpo; con ese manto negro, muy negro, pero menos obscuro que su alma, para seguir llorando su llanto de ausencia y de pesadumbre, algunas de cuyas gotas todavía se descubren en la mañana, en los primeros minutos de la luz, hasta sobre los raros juncos que a veces brotan en la orilla de oquedad; se ven sobre las innumerables hojas rugosas del toñuz tendido en sus ocios y se perciben sobre cada uno de los dientes de las hojas peinadas del viejo algarrobo, que extiende sus ramas levantándose sobre la cama de arena, para pedir a los cielos, piedad y consuelo, destinados a la princesa de la dicha rota, del ensueño deshecho, del paraíso trunco.